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El origen de la biodiversidad amazónica: secretos fósiles y vida prehistórica en Iquitos

De los gigantes del sistema Pebas al nacimiento del río Amazonas — una mirada fascinante al pasado que dio vida al bosque más diverso del planeta.

La biodiversidad amazónica es el resultado de millones de años de evolución geológica y biológica.

Según el estudio publicado por Rodolfo Salas-Gismondi, John Flynn, Patrice Baby, Julia Tejada-Lara y Pierre-Olivier Antoine, la cuenca de Iquitos es uno de los epicentros más antiguos donde el pasado prehistórico de Sudamérica puede leerse en las capas fósiles.

Desde antes de la formación del río Amazonas, este territorio fue escenario de transformaciones únicas que moldearon la vida tal como la conocemos hoy.

 

🌍 Desde el cielo: la inmensidad del bosque amazónico

 

Antes de aterrizar en Iquitos, el bosque parece infinito: un manto verde sin interrupciones.
Bajo esa aparente uniformidad se oculta una historia escrita en los suelos, las cochas y los meandros fósiles de una selva que alguna vez fue un sistema de lagos y pantanos: el Sistema Pebas.

 

 

🐊 El Sistema Pebas y los Gigantes del Pasado

Hace entre 23 y 10 millones de años, la Amazonía no era una selva como la conocemos hoy, sino un vasto mundo de lagos, pantanos y canales interconectados conocido como el Sistema Pebas.
Este antiguo paisaje acuático cubría gran parte del oriente peruano, extendiéndose desde Iquitos hasta Madre de Dios, y albergaba una biodiversidad tan abundante que rivaliza con la de la selva actual.

En sus aguas nadaban peces del tamaño de un hombre, tortugas colosales con caparazones de más de un metro y, dominando el ecosistema, el legendario Purussaurus, un caimán gigante que podía alcanzar hasta 12 metros de longitud.
Era el depredador supremo de Sudamérica, capaz de cazar tortugas, manatíes primitivos e incluso grandes perezosos terrestres que se aventuraban cerca de los bordes fangosos.

Los fósiles hallados en Pebas, Fitzcarrald, Madre de Dios y Alto Purús revelan un clima cálido, húmedo y exuberante, un verdadero paraíso tropical donde la vida florecía sin límites.
Cada capa de sedimento es un fragmento congelado de ese mundo perdido, un registro de la época dorada de los gigantes amazónicos, cuando el rugido de la naturaleza se oía bajo el agua y el aire estaba cargado de vida.



🧬 Después de los dinosaurios: el renacer de Sudamérica

 

Tras la extinción de los dinosaurios, los mamíferos tomaron el control.
Sudamérica, aislada del resto del mundo, se convirtió en un laboratorio evolutivo único.
Aparecieron especies como el perezoso gigante, el armadillo ancestral y el jaguar prehistórico, adaptados a los nuevos ecosistemas fluviales.
Los científicos mencionan que este aislamiento permitió una diversificación tan rápida que dio origen a los linajes de fauna y flora que aún dominan la Amazonía moderna.

 

🪨 El origen del río Amazonas

 

Hace unos 10 millones de años, un evento geológico monumental cambió el destino de Sudamérica para siempre.
El levantamiento de la cordillera de los Andes, impulsado por la colisión de las placas Sudamericana y Nazca, bloqueó el antiguo drenaje que fluía hacia el Pacífico.

Durante millones de años, el interior del continente formó un enorme sistema lacustre y pantanoso conocido como el Sistema Pebas, un ecosistema de agua dulce y salobre que albergaba peces, moluscos y reptiles gigantes.

Con el tiempo, el aumento de la presión tectónica hizo que el agua buscara una nueva salida: comenzó a fluir hacia el este, abriéndose paso a través de miles de kilómetros hasta el océano Atlántico.
Así nació el río Amazonas, el curso de agua más caudaloso del planeta, con una cuenca que hoy cubre más de 7 millones de km² y descarga un quinto del agua dulce mundial en el mar.

Este cambio no solo talló un nuevo paisaje; conectó los Andes, la selva y el Atlántico en un solo sistema biológico continuo.
Las especies atrapadas en el antiguo sistema Pebas se adaptaron al nuevo flujo del río, dando origen a una explosión de biodiversidad.
Hoy, esa transformación geológica sigue siendo el corazón palpitante de la Amazonía: un corredor vivo donde plantas, animales y culturas humanas han evolucionado durante milenios, haciendo de este río el eje vital más poderoso del planeta.

 

 

🧠 Iquitos: capital del pasado fósil amazónico

 

Iquitos no es solo la puerta de entrada a la selva, sino también un verdadero archivo vivo del pasado de la Tierra. En sus quebradas, como Fitzcarrald o Zapatero, los paleontólogos han descubierto insectos atrapados en ámbar, hojas fosilizadas y restos de reptiles gigantes que vivieron en lo que hoy es el corazón amazónico.
La región forma parte de la Pebas Formation, un sistema de mega-pantanos y lagos que hace aproximadamente 13 millones de años albergó una diversidad extraordinaria: cocodrilos de varias especies, tortugas acuáticas, peces gigantes y mamíferos primitivos.

Entre los hallazgos más fascinantes están huesos de un animal devorado por Purussaurus —un caimán gigante de más de 10 metros que dominaba esos humedales— con evidencia de mordidas en un tibia fósil de un perezoso terrestre.
También se encontraron fósiles de especies únicas como Caiman wannlangstoni, que poseía una poderosa dentición para triturar moluscos en esos antiguos ecosistemas. Wikipedia

 

Cada descubrimiento suma una pieza al rompecabezas del origen amazónico. El equipo liderado por Rodolfo Salas‑Gismondi y John Flynn ha demostrado que el suelo bajo nuestros pies es, en efecto, una biblioteca natural que guarda capítulos completos de la evolución, no solo del bosque sino de toda la vida en la región.
Este conocimiento transforma a Iquitos de un destino de turismo a un epicentro científico donde cada roca revela una historia, donde cada fósil conecta con la fuerza del presente.


🐆 Del Purussaurus al Jaguar: los herederos del trono amazónico

Mucho antes de que el rugido del jaguar retumbara entre las copas de los árboles, el verdadero rey del Amazonas tenía escamas. Durante el Mioceno, hace más de 10 millones de años, el Purussaurus brasiliensis, un caimán gigante de hasta 12 metros de longitud, dominaba los lagos y ríos del sistema Pebas. Con una mordida más poderosa que la del Tyrannosaurus rex, cazaba tortugas colosales y manatíes prehistóricos, siendo el depredador supremo de la región. Su reinado se extendía por lo que hoy son Perú, Brasil y Colombia, un territorio donde los fósiles hallados en Pebas, Fitzcarrald y Madre de Dios narran una era de vida exuberante y feroz.

Pero cuando los grandes reptiles desaparecieron, la selva no quedó sin soberano. Millones de años después, el jaguar (Panthera onca) emergió como el nuevo guardián del trono amazónico. Heredero espiritual del Purussaurus, el jaguar asumió su papel de cazador sigiloso, adaptado a los ríos, con un poder y precisión que recuerdan a su antiguo antecesor reptiliano. Hoy, su rugido encarna la memoria genética de una cadena de depredadores que, desde las aguas del Mioceno hasta las sombras del bosque actual, mantienen viva la leyenda del verdadero rey del Amazonas.

 


Basado en el artículo científico “Medio Ambiente y Desarrollo: Sobre el origen de la biodiversidad amazónica”,
por Rodolfo Salas-Gismondi, John Flynn, Patrice Baby, Julia Tejada-Lara y Pierre-Olivier Antoine,
publicado en la revista Iquitos – Medio Ambiente y Desarrollo.

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